Saturday, June 21, 2008

Ataraxia


Miro el techo blanco,
mientras dejo que escales mi muerte.
Te ayudo a subir con una mano
y permanezco inmóvil.
Acaricio tu abismo
mientras miro el sol.
No dejo que huelas mi feminidad
y muerdes mi dolor.
No tengo ganas de que nos convirtamos en uno.
No quiero que tus manos traspasen mi piel.
Todo está cubierto de plástico,
todo está viejo y raído.
Pero te tengo atrapado entre mis piernas
y no te voy a dejar ir.
Tus palabras danzan frente a mi,
aún no sabes que me he quedado sorda.
Pero aún así dejo que te quedes.
Aún así mi mano descansa sobre lo que eres.
Porque se que nos estamos muriendo
y te voy a envolver en mi ataraxia
hasta que vuelvas a nacer de nuevo.

se.


Saturday, June 07, 2008

Esperando sin esperar



La lámpara sobre la mesita redonda es lo único que la ilumina en medio de la oscuridad. Ella está sentada en su silla roja de madera que se encontró abandonada como un tesoro una noche solitaria en la calle. Tiene un libro abierto en sus manos, pero ya no lee. Está absorta, escuchando la lluvia y el viento que lo hacen temblar todo. Se encuentra perdida en sus pensamientos, profundizando tanto en ellos que se vuelven absurdos y acaban en nada.

De vez en cuando afoca su mirada en algún objeto cercano: su taza de café, la pila de libros que tiene en frente, la planta que se marchita, el foco de la lámpara que la deja viendo estrellas fugaces en la oscuridad…Toma un sorbo de café, pero lo deja en un impulso al darse cuenta de que ya está helado. Ha perdido la noción del tiempo, pero sabe que habrá pasado mucho porque la última vez que bebió el café estaba caliente. Esto le pasa cada vez más a menudo, perderse en la nada. Viendo sin ver y estando sin ser.

Mira a través de la ventana, el viento mueve los cordones de su tendedero que van de un lado a otro de su terraza. Le gusta pensar que es como si estuviera viendo el filito de espuma blanca de las olas que rozan con la infinita arena. Todas las lucecitas de las farolas de las calles son las estrellas que se asoman en el horizonte. Sólo falta la luna. Pero esta noche no hay luna. Eso es lo que ella quiere ver en su mundo, porque lo que ve a través de su ventana, en el mundo real, es un barrio pobre, de edificios sin carácter, uno tras otro hasta el horizonte sin estrellas, tejados sucios, pinceladas de lo que fue un árbol, una escuela encarcelada por graffiti y coches enjaulados para que no se los roben.

Quizás por eso es nocturna como un búho. Es más fácil ver lo que uno quiera cuando no hay suficiente luz para ver lo que hay y escuchar lo que uno piensa cuando no hay millones de personas hablando sin pensar.

El viento sopla cada vez más fuerte, como una voz que se arrastra con cansancio y dolor. Las gotas de lluvia caen, sonando como campanitas, mujercitas cuchicheando sobre la voz desgarradora que sufre. Pero el viento las arrastra con fuerza y las estrella contra la ventana. Ella ve como se resbalan moribundas sin nada más que decir. Escucha lo que el viento grita y siente una complicidad comprensiva. Encuentra en las ráfagas transporte para dejar volar sus hilos de pensamiento. Siente su misma desesperación elegante y ansia sutil. Esa furia y dolor que como un torbellino abre y cierra los cajones de su mente. Y siente como las lágrimas se resbalan moribundas sin nada más que decir.

se.